Por fin una visita importante
Bob Dylan en Velez: ¿Cuántos años pueden los hombres vivir sin conocer la libertad?
En el partido perteneciente al torneo clausura 2008 entre San Lorenzo y Velez un hincha del Fortín fue muerto de un tiro (un corchazo, como dicen los barra brava)
En el partido perteneciente al torneo clausura 2008 entre San Lorenzo y Velez un hincha del Fortín fue muerto de un tiro (un corchazo, como dicen los barra brava)
Esto se siente en el barrio de Liniers, horas antes que Bob Dylan suba al escenario de Velez para tocar por ultima vez en Buenos Aires.
En frente a Velez hay una parrilla donde los días de partido para la barra, un televisor gigante muestra los incidentes en cancha de San Lorenzo, y entre los comensales de hamburguesas y choripan se mezclan los dos públicos: los mas cool que estaban felices por ver un recital, y los del barrio que están de luto y la muerte les toca la espalda. “ Murió un pibe de la barra” dice uno del barrio mientras el dueño de la parrilla lo calla: “No empeces a hablar, cállate que después hay quilombo” le dice. El clima es súper tranquilo, él publico de Bob Dylan súper respetuoso, tímido e introvertido. Podríamos decir que cada artista tiene el publico que se merece.
El soporte es León Gieco, acompañado por el siempre bienvenido Charly García y por el inflado mediático Santaolalla (que de joven paraba por Versalles, cerca del fortín). El aperitivo es fuerte pero no llena ni una muela. El plato principal es tan importante como cuando uno come asado: Bob Dylan, quizás el músico más importante de la historia del rock, pisando Buenos Aires y transformando a la ciudad en atemporal. Una noche mágica de estrellas y luna, temperatura ideal. Se apagan las luces del estadio y luego de que un presentador ingles lo llame, Bob abre con “Rainy Day Women n 12 &35” y la gente acompaña el estribillo saltando y coreando “ Hooooooo,ho,ho,ho” estilo tribuna. Es lo único estilo cancha del concierto. Dylan preparó una lista de temas nada hitera, inclusive los hits están en versiones irreconocibles. Cuando toca “Like a rolling stone” varios viejos con barba blanca de mas de 50 años se abrazarón con sus hijos adolescentes como postal entre dos generaciones diferentes. Dylan tiene mas de 40 años de trayectoria y los recoge a todos bajo su brazo.
Bob no se mueve mucho durante los 120 minutos del show, en ningún momento mira al publico ni saluda, los (nos) ignora por completo haciendo honor al mito de introvertido que lo caracterizó en toda su carrera.
Bob usa sombrero tipo country, despliega folk y tiene una voz agria similar a la del papá de Homero en Los Simpson. La pantalla gigante del estadio no le hace ningún primer plano, la escenografía es austera. Lo importante es solo la música y el mensaje. La imagen no importa nada.
“¿Cuántos años puede una montaña existir antes de confundirse con el mar?,
¿Cuántos años pueden los hombres vivir sin conocer la libertad?,¿Cuánto tiempo puede un hombre fingir pretendiendo no ver lo que ve?” dice la letra de “Blowin in the wind” y Bob al terminarla mira por primera vez al escenario para recoger un aplauso que parece no importarle. Como dijo Dylan alguna vez “ no hay mejor éxito que el fracaso”, y Bob siempre fue consecuente en eso de no reír cuando no hay gracia y en no hablar cuando no haya nada que decir.
“la mia sera una profunda soledad, disolviéndose muy hondo en las profundidades de mi libertad, y esa, entonces, será mi primer canción”.
Quien haya visto alguna vez en vivo a Gardel, a Goyeneche, quien haya visto jugar alguna vez a Alonso o a Bochini, todos pueden saber por que sentirse orgullosos.
Yo, con 26 años vi jugar alguna vez a Francescoli y a Maradona, y puede morir diciendo que vi en vivo a Bob Dylan. No es poco.
En frente a Velez hay una parrilla donde los días de partido para la barra, un televisor gigante muestra los incidentes en cancha de San Lorenzo, y entre los comensales de hamburguesas y choripan se mezclan los dos públicos: los mas cool que estaban felices por ver un recital, y los del barrio que están de luto y la muerte les toca la espalda. “ Murió un pibe de la barra” dice uno del barrio mientras el dueño de la parrilla lo calla: “No empeces a hablar, cállate que después hay quilombo” le dice. El clima es súper tranquilo, él publico de Bob Dylan súper respetuoso, tímido e introvertido. Podríamos decir que cada artista tiene el publico que se merece.
El soporte es León Gieco, acompañado por el siempre bienvenido Charly García y por el inflado mediático Santaolalla (que de joven paraba por Versalles, cerca del fortín). El aperitivo es fuerte pero no llena ni una muela. El plato principal es tan importante como cuando uno come asado: Bob Dylan, quizás el músico más importante de la historia del rock, pisando Buenos Aires y transformando a la ciudad en atemporal. Una noche mágica de estrellas y luna, temperatura ideal. Se apagan las luces del estadio y luego de que un presentador ingles lo llame, Bob abre con “Rainy Day Women n 12 &35” y la gente acompaña el estribillo saltando y coreando “ Hooooooo,ho,ho,ho” estilo tribuna. Es lo único estilo cancha del concierto. Dylan preparó una lista de temas nada hitera, inclusive los hits están en versiones irreconocibles. Cuando toca “Like a rolling stone” varios viejos con barba blanca de mas de 50 años se abrazarón con sus hijos adolescentes como postal entre dos generaciones diferentes. Dylan tiene mas de 40 años de trayectoria y los recoge a todos bajo su brazo.
Bob no se mueve mucho durante los 120 minutos del show, en ningún momento mira al publico ni saluda, los (nos) ignora por completo haciendo honor al mito de introvertido que lo caracterizó en toda su carrera.
Bob usa sombrero tipo country, despliega folk y tiene una voz agria similar a la del papá de Homero en Los Simpson. La pantalla gigante del estadio no le hace ningún primer plano, la escenografía es austera. Lo importante es solo la música y el mensaje. La imagen no importa nada.
“¿Cuántos años puede una montaña existir antes de confundirse con el mar?,
¿Cuántos años pueden los hombres vivir sin conocer la libertad?,¿Cuánto tiempo puede un hombre fingir pretendiendo no ver lo que ve?” dice la letra de “Blowin in the wind” y Bob al terminarla mira por primera vez al escenario para recoger un aplauso que parece no importarle. Como dijo Dylan alguna vez “ no hay mejor éxito que el fracaso”, y Bob siempre fue consecuente en eso de no reír cuando no hay gracia y en no hablar cuando no haya nada que decir.
“la mia sera una profunda soledad, disolviéndose muy hondo en las profundidades de mi libertad, y esa, entonces, será mi primer canción”.
Quien haya visto alguna vez en vivo a Gardel, a Goyeneche, quien haya visto jugar alguna vez a Alonso o a Bochini, todos pueden saber por que sentirse orgullosos.
Yo, con 26 años vi jugar alguna vez a Francescoli y a Maradona, y puede morir diciendo que vi en vivo a Bob Dylan. No es poco.
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